UN PIE TRAS OTRO PIE
Dentro de poco abandonaremos el hospital.
Esteban se encarga de engrasar esta maquinaria
resentida y maltrecha.
Observándolo en su empeño uno comprende
que siempre hay que poner en duda
los límites de lo soportable.
Cada día se acorta un poco más el trecho
que nos separa de la puerta de salida.
Casi podemos sentir el sol en la cara.
Después de 40 días algunos vecinos
han empezado ha despedirse. Lucen válvulas nuevas,
flamantes arterias con el camino llano,
incluso hay quien espera estrenar un corazón sano,
pletórico de latidos. Se oyen apretones de manos
por los pasillos, risas que lloran, Lázaros que
se ponen en pie.
Virgencita, virgencita, cuántos
milagros se escapan a nuestra vista...
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