Nuestro comité de bienvenida sigue al pie de la letra un
protocolo de urgencias en el que no faltan sirenas,
luces de colores y gente vestida para la ocasión.
A nuestro alrededor se farfullan cosas ininteligibles,
como, si de pronto, se hubiera roto
la comunicación con el exterior.
El público asistente no parece estar interesado
en esta escena mil veces repetida.
Detrás de una cortina alguien gime,
otros deambulan solos
por entre las sillas de metal y los cancerberos
uniformados de marrón y amarillo,
los más ancianos penden del hilo de su
botella de oxígeno con la mirada hueca.
Tal vez sea este largo pasillo el último río que nos lleve…
En medio del espanto, una mano se posa sobre
otra mano y el cielo se abre.
Nos llevan al Nivel 2 con una nueva identidad
y una dosis de moderada esperanza:
varón, 64 años, dolor torácico intenso
con irradiación hacia el brazo izquierdo….
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