Desde hace una semana vivimos en la cuarta planta,
tenemos vecinos y amigos nuevos con los
que compartimos las cosas más íntimas, como
si nunca hubiéramos abierto nuestro corazón a nadie.
Se forman corrillos en los rellanos de las escaleras,
tertulias en bata de guatiné junto
a la máquina del café, en los lavabos…
La vida empuja por abrirse paso en este
último día de Navidad, empuja con tanta fuerza
que incluso han llegado los Reyes Magos
y han traído regalos para la yaya María y para
la yaya Paquita, las mujeres de Antonio y de Cristóbal.
Se oyen muchos besitos por los pasillos que se han
convertido en un paseo improvisado
para los cochecitos de muñecas.
La pequeña Sara quiere que su abuelo se quite
el pijama y se vaya a casa, el nieto de Antonio
ha inundado la habitación de dibujos y las
enfermeras han de tomar la tensión
sorteando montañas de rotuladores.
¡Nos hemos saltado la norma del silencio!
Y cuando no podemos hablar,
lo escribimos en las paredes y las puertas.
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